diumenge, de juny 18, 2006

Enyorances

«Cada cual imagina a su modo el Paraíso; yo, desde la niñez lo he concebido como una biblioteca. No como una biblioteca infinita, porque hay algo de incómodo y de enigmático en todo lo infinito, sino como una biblioteca hecha a la medida del hombre. Una biblioteca en la que siempre quedarán libros (y tal vez anaqueles) por descubrir, pero no demasiados.»

En llegir aquestes paraules de Borges m'ha envaït un sentiment de malenconia i enyorança. Aquesta bella imatge, el paradís com a biblioteca –que Borges recuperaria al Poema de los dones–, em recorda un cop més que ja no puc sentir-me emparat pels llibres de la meva modesta biblioteca, que tant estimo i als que tant dec.

Aquí, tan lluny, intento acostumar-me a la impotència de no poder acudir a ells quan els he de menester. Tantes vegades m'he enrabiat tot desitjant poder consultar tal o qual volum, rellegir tal o qual fragment! Suposo que és un desassossec difícil d'entendre si no es comparteix.

Oriol Pi de Cabanyes publicava fa unes setmanes un article (La Vanguardia, 10 de maig de 2006) que s'escau i que extracto:

«Bibliofilia, como su nombre indica, significa simplemente (y ya es mucho) amor a los libros. [...] A uno le fascinan los libros. Aunque, antes que un bibliófilo en el sentido clásico, uno se considera un bibliófago, un devorador de libros. Y, antes que un coleccionista, un lector, un curioso en deseo de comunicación permanente con gentes que han destilado conocimiento de su experiencia humana. Uno tiene algunos miles de libros, eso sí, y sueña en poderles dedicar un día el tiempo y el espacio que se merecen. [...] Buena parte de nuestros libros nos han llegado por azar. Pero cada libro incorporado tiene su historia. Nuestra biblioteca se ha ido formando por aluvión, pero su razón de ser ha sido siempre la lectura. Tenemos una biblioteca, no muchos libros. [...] El libro ejerce sobre los bibliófilos una fascinación multiforme, que va mucho más allá de la simple lectura o de la rareza del ejemplar. Un libro también se mira, se palpa, se huele, se ausculta. Los bibliófilos experimentamos cierta atracción física por el libro, por el libro como objeto, y hasta como objeto de arte. Apreciamos su calidad como proyecto gráfico, su tipografía, su diseño, la encuardenación, el papel, la tinta.
Uno se siente bibliófilo. O, más exactamente: bibliómano. A veces pienso que no soy yo el que tengo libros, sino que son los libros los que me tienen a mí.
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